OTRA VUELTA DE TUERCA, Henry James

«[…] un mundo anexionado pero independiente, en el que nada es correcto salvo como correctamente lo imaginamos.»

«[…] una amusette para seducir a los que son difíciles de seducir (el “entretenimiento” de seducir a los simplemente tontos siempre es menor)»

«[…] sentí un alivio que probablemente solo era una confirmación de hasta qué punto me había sentido hundida.»

«[…] caí momentáneamente en la aprensión de estar haciendo el ridículo.»

«[…] el encanto de la quietud, de ese sosiego donde algo se fragua o agazapa.»

«Yo sé que la gran pregunta en relación con ciertas cosas, o una de las grandes preguntas, consiste en preguntarse después cuánto tiempo han durado.»

«No era tanto que me encontrase más nerviosa de lo que era capaz de soportar, como que sentía un insoslayable miedo a llegar a estarlo.»

«[…] y de ninguna otra forma podía apreciarlo tanto como al percibir que ahí era donde ahogaba mis penas.»

«Cómo podría describirlo sino diciendo que, en vez de acostumbrarme a ellos, hacía constantes descubrimientos nuevos.»

«Pero eso no me preocupaba; era un antídoto contra el dolor y yo tenía más de un dolor.»

«Me es imposible hacer una descripción inteligible de cómo soporté el intermedio.»

«[…] pero al menos he llegado al fondo del problema y, sin duda, el mejor camino es seguir.»

«Lo que he visto la hubiera enloquecido a usted; pero a mí solo me ha hecho más lúcida, solo me ha hecho percatarme de otras cosas.»

«[…] la última gota que desbordó la copa rebosante que mis manos habían sostenido en alto durante semanas y semanas, y que ahora, incluso antes de hablar, sentía derramarse como un diluvio.»

«He estado viviendo en la miserable verdad, que ahora simplemente me ha superado.»




Una joven llega a una vieja mansión en el campo para encargarse de la educación de un niño y una niña que han quedado huérfanos. Poco tiempo después de su llegada, descubre que los niños reciben periódicas «visitas›› de sus antiguos preceptores, un hombre y una mujer que habían muerto hacía más de un año. La institutriz, horrorizada, decide hacer lo posible para defender a los niños, cuya custodia se le había encomendado, y trata de interponerse entre ellos y los dos fantasmas. 




No se trata de una obra de terror por los fantasmas, sino por la pura tensión psicológica de no saber si creer en lo que ves, si lo que ves es real o tu mente está jugando contigo. De hacer que te crean para autoconvencerte de que es real. 

El epílogo a cargo de David Bromwich explica bastante bien la intención de Henry James con la historia.

> R. P. Blackmur definió Otra vuelta de tuerca como el relato de “una mala consciencia, una consciencia con carencias vitales, pero con una desesperación vital por transformar sus alucinaciones en realidad”.

> James estaba desde luego interesado en ese deseo de la criatura humana de ejercer su poder sobre los demás negando cualquier motivo egoísta. Una cualidad destacable en las personas en las que este impulso es intenso es la capacidad de reforzar su credibilidad sin necesidad de aportar más pruebas.

> «“Evoca” por medio de unos demonios mágicos y afines que equivalen a su propia maldad oculta.» Así, la institutriz misma está «poseída, y su posesión se convierte en una variante de la posesión con la que amenaza a los niños».

> James fuerza la frontera entre credulidad y duda […]